viernes, 14 de agosto de 2015

Grecia: La diosa del Mar Egeo



Exclusiva e infernal. Mágica y condenada. Así es Santorini. Basta dirigirse a la hora del crepúsculo a Oia, en la punta septentrional de la isla, para comprender las razones de la fascinación que provoca. Porque es precisamente entre las antiguas casas de los pescadores excavadas en la roca, pintadas con cal y con los techos en forma de bóveda de cañón, donde uno se da cuenta de que está encaramado en la boca misma de un volcán. Oia es uno de los pueblos más bellos del Mediterráneo, famoso sobre todo por sus espectaculares puestas de sol.
Hay dos formas de llegar a Santorini, en avión o en ferry. Lo mejor es acercarse por mar. Sí, a una isla siempre hay que llegar por mar. Desde el mismo puerto de El Pireo, en Atenas, parten regularmente los ferries que recorren las islas del Egeo. La llegada en barco a Santorini es realmente espectacular.

Genuina geología

Santorini posee una belleza salvaje, de eso no cabe la menor duda. Destaca de todas las demás islas del Egeo por su configuración geológica. Es de origen volcánico y tomó su forma actual –una enorme pared de acantilado, con rocas lávicas y de piedra pómez, cortada en forma de media luna– al hundirse en el mar la caldera de su volcán central. En el centro del cráter se encuentran Nea Aspronissi, Palea Kameni, Nea Kameni y Thirassia. El volcán que dio vida a Thirassia y Aspronissi estalló hace tres millones y medio de años, hundiéndose después en el mar y arrastrando consigo una gran parte de Santorini. Fue un cataclismo tremendo: su efecto, se estima, equivalió a la explosión de dos millones de bombas atómicas como la arrojada sobre Hiroshima. Hoy, Thirassia, una pequeña isla de aspecto atormentado, resume en su geografía los rasgos de su hermana mayor. Un paisaje de rocas volcánicas de color rojizo y también de playas solitarias. Pero el volcán todavía no ha muerto. Como un gran monstruo dormido, su interior todavía respira, creando humos y vapores de azufre en la joven isla de Nea Kameni. De hecho, Nea Kameni emergió en 1707 y aumentó de dimensión en 1925, en el transcurso de una erupción que duró dos años.

Basta una hora para llegar al corazón del pequeño volcán, en el centro de la isla, recorriendo un sendero que se extiende entre humaredas de azufre y bloques de obsidiana esculpidos por el viento, matojos de hierba y zonas cubiertas de margaritas: el mejor mirador posible. Mientras, el tiempo en la bahía parece haberse detenido. Es como si la vida hubiera brotado un instante para quedarse luego congelada durante siglos. O como si los pequeños pueblos que flotan en la cima de la tierra hubieran aprovechado este momento para florecer entre el desierto de cenizas. Son pueblos fríos y frágiles en su blancura que, en su tranquilidad extrema, parecen estar a la espera de su destrucción. Pues es perfectamente posible que algún día la isla abandone su quietud milenaria para sacudir de sus hombros todas las creaciones del hombre.

Singularidad arquitectónica

Firá, la capital, está en la parte occidental de la isla, en uno de los extremos de la media luna o caldera volcánica que la explosión cortó en dos. Es el principal punto de llegada de los turistas. Los grandes barcos no pueden atracar en el puerto de Firá, de aguas demasiado someras. Deben fondear a cierta distancia y es entonces cuando vienen los isleños, a bordo de sus pequeñas embarcaciones, para llevar a tierra a los pasajeros y su equipaje. Llegados a puerto, algunos ascienden en teleférico, en burro o a pie (subir los escalones a pie supone 30 minutos de fatigosa ascensión).

Las casas de Firá, de arquitectura singular, ofrecen una sorprendente imagen. Se trata de un bello conjunto adornado con casitas encaladas cúbicas al filo del abismo, de cúpulas azules, de cuevas y tabernas que son una delicia para pasar el rato. Entre ellas destacan algunos edificios señoriales con amplios patios interiores, en el más puro estilo mediterráneo. La vida en Santorini está expuesta a una infinidad de peligros: por lo menos así lo atestigua una larga historia de erupciones volcánicas y de los incontables terremotos que la asolaron. Durante el último temblor de tierra, en 1956, murieron 48 personas y muchos isleños emigraron a Atenas para nunca más volver. Un buen número de hogares fueron destruidos o desaparecieron por completo, pero a consecuencia de la catástrofe el mundo entero puso su vista en Santorini, comenzando así una era de reconstrucción y afluencia turística.

El atardecer de Oia

No es precisamente Santorini una isla que se distinga por sus bellas playas. Sin embargo, las principales están en la parte oriental, junto a los pueblos de Kamari y Perissa. Otra cosa son las pequeñas localidades. En el extremo norte de la isla, Oia es uno de los lugares con la atmósfera más intensa de Santorini. La belleza de la arquitectura de sus casas, pintadas de blanco y ocre, contrasta agradablemente con los áridos pueblos del interior y la puesta de sol se admira en este lugar mejor que en cualquier otro lugar de isla. Una sugerencia: en Oia hay que buscar los tholos, las antiguas casas de los pescadores excavadas en la roca, o los cafenion que se aferran a la escollera, aristocráticos y esenciales, y esperar que el mar se disponga a engullir el sol. Mágico espectáculo. Ya sólo falta que la primadonna, el volcán, haga su aparición sobre el escenario de la bahía.

Hoteles: Para fans de las Cícladas

Santorini, la “niña mimada” de las Cícladas, recibe cada verano la visita de miles de admiradores. Así las cosas, es fácil imaginar que la infraestructura hotelera es amplia y diversa. Es difícil, por tanto, decantarse por uno u otro hotel. Sin embargo, hay algunos que destacan sobre los demás, como el Perivolas Hotel (www.perivolas.gr). Excavado en la misma colina donde se asienta la localidad de Oia, las 17 habitaciones de este lujoso hotel fueron en su día las propias casas de los antiguos pescadores de la isla. Hoy está completamente restaurado y decorado según los códigos arquitectónicos que han hecho famosa a la isla de Santorini. Espectacular es también el Katikies Hotel (www.katikies.com), en Oia, con las instalaciones soñadas por quienes visitan la isla. Para una estancia romántica, Fanari Villas (www.fanarivillas.gr) es una muy buena opción. Se encuentra en Oia, en una privilegiada situación.

Construido siguiendo el estilo tradicional de la isla, utiliza la lava volcánica de la tierra y otros materiales básicos. El hotel dispone de parking propio, algunas tiendas, piscina y un buen restaurante donde saborear la cocina tradicional griega. La opción para quienes siguen las huellas de las grandes estrellas del cine o de la moda es The Tsitouras Collection. Jean Paul Gaultier, Moschino y el actor Hugh Grant se han alojado en las lujosas villas de este paraíso secreto, una mansión de 1780 repleta de antigüedades (www.tsitouras.gr). Canaves Oia Hotel (www.canaves.com) es otro de los clásicos de la isla.

Otra buena elección es el Cosmopolitan Suites (www.cosmopolitan-santorini.com).  Elegante y excelentemente bien situado, está literalmente colgado del acantilado de Firá, sobre el volcán. Todas las habitaciones ofrecen vistas increíbles. El restaurante, que ofrece exquisitas especialidades griegas, goza de cierta fama en la isla.

Por último, Kastelli Resort (www.kastelliresort.com), miembro de la firma Small Luxury Hotels of the World, es uno de los hoteles más lujosos de Santorini. Situado frente a la playa de Kamari, dispone de dos piscinas exteriores de escándalo, un buen restaurante, una gran galería de arte, Spa, jacuzzis en las habitaciones y una gran sala de fitness.

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